Tuvo interés especial la seccion intermedia del segundo tiempo de la segunda sinfonía de Brahms con un inspirado solo de oboe
Sin duda se notó la batuta del maestro García Asensio al frente de la Orquesta Sinfónica de Castellón. El veterano director de la orquesta de RTVE, tiene entre otras virtudes musicales, dos que le individualizan: una es su excelente técnica aprendida de su maestro el mítico Celebidache y otra es su claridad y precisión en el gesto. De ambos recursos hizo gala en el concierto, con dos obras de cuño romámntico una de inicios del clasicismo. Comenzando por esta última diremos que el concierto 17 es obra de un Mozart maduro que requiere elegancia y muy buen fraseo, valores que indudablemente tenía el pianista valenciano Carles Marín, de articulación clara y refinada, a quien siguió con precisión la orquesta, tal vez con un exceso de presencia.
La primera de las dos obras románticas fue la celebérrima obertura de «Egmont», llevada por el maestro valenciano con una intensidad muy viva, sobre todo en el exultante final. La claridad de su agógica permitió al conjunto una significativa precisión en los ataques en la rotundidad sonora y en la medida. La sinfonía segunda de Brahms, es tan compleja como especialmente idílica. No es obra fácil para una agrupación con una estabilidad eventual, sin embargo salió adelante con momentos elogiables, como la exposición del tema de la cancion de cuna del primer tiempo, o la exposición del cello del que abre el segundo tiempo muy bien apoyado por las maderas. La sección intermedia del referido segundo tiempo ofreció un lírico solo de óboe que respondía a la amplia romanza de un seguro trompa. El Allegro conclusivo estuvo bien amarrado, sobre todo en el pasional inicio bien contrastado con la exposición de arfcos y maderas del segundo tema.